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¡Huy, qué suerte!

¡Huy, qué suerte!

Con este artículo comienzo una serie que va a tratar sobre la familia, la familia ecológicamente natural, no de experimentos. El tono será positivo, aunque no eludo la polémica. Y sí que trataremos temas polémicos, porque no soy amigo de experimentos.

¡Huy, qué suerte!

 

 

No sé si os acordáis de una viñeta gráfica que salió por reyes este año... Estaba Pepito, un chaval pobre, junto a otros que tenían esos conches teledirigidos último modelo. Ellos le preguntaban ¿A tí que te han traido los Reyes?... A mí, mi madre me ha dado un par de besos y mi padre un abrazo... Y a coro exclamaron los otros chavales: ¡Huy, qué suerte!

Ahora siento no haber guardado la viñeta porque muestra algo grande y actual. El rico era Pepito, tenía un papá y una mamá que le querían, que estaban pendientes de él, que no le sobornaban con juguetes para que no incordiara. Pepito, en su pobreza, era el rey de la casa, la ilusión de sus padres. Era rico en cariño.

Muchos hemos sido como Pepito, hijos de unos padres que se han sacrificado para sacarnos adelante, que no han tenido ni Televisión, ni coche, ni finca en la Playa... pero qué divertida era la vida en casa y, en esos veranos interminables, en el pueblo... donde con un palo eramos exploradores, guerreros, cazadores, reyes, y tantas cosas arropadas por una imaginación que suplía la cruda realidad de ese pedazo de madera.

Hoy, para ser feliz hay que tener ¡tantas cosas! que es muy, pero que muy difícil. No digo que debamos volver a la pobreza del niño de la viñeta... pero sí a la valoración de las cosas con un sentido distinto. Acumulemos la riqueza del cariño, del tener tiempo para estar con los que realmente nos importan... y veremos cómo ponemos un granito de arena y otro, y otro... para hacer más humana la convivencia.

Frid

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