Ofrenda de flores a la Virgen del Pilar en Zaragoza
Mi ofrenda a la Virgen Bajé a llevar, vestido de baturrico, un ramillete de rosas rojas a la Virgen del Pilar y fui a pedirle por toda mi familia. Esta vez tanto Pilara como mis cuatro mocetes vinieron conmigo. Nos pusimos en la cola y tuvimos que esperar pero valió la pena. Entramos por la puerta de los que íbamos por libre, por Echegaray y Caballero. Y ahí tuve un pequeño calvario porque algún facha de mi barrio me decía: “Ves José Luis, tu Belloc no ha acabado todavía esa obra. Dudo que la tenga antes de enero. Tomaremos las uvas con la calle levantada”. Y ciertamente ya al irme de vacaciones la cosa estaba mal, pero es que no ha avanzado nada. Me callé y cambié de tema. Porque íbamos todos en son de paz. Es la fiesta de la Virgen del Pilar. Entonces mi mujer, Pilara, me hizo, sin saber una mala pasada. Pues ella les contó la magnífica familia que tengo –y es verdad- , que en mi casa digo que las teorías del partido, del partido socialista, sobre la familia son de puertas para fuera; que lo que realmente funciona es la familia como la nuestra, casada por la Iglesia, con un horario de comidas, sin tele en el comedor, yendo a Misa los domingos y que éramos una familia feliz. Y claro, estaba allí la Pasionaria del quinto que empezó a decir que si yo era un socialista retrógrado. Yo le paré los pies porque es comunista de toda la vida que, por medrar, después de pertenecer al Partido Comunista e Izquierda Hundida, hizo la elección de Nueva Izquierda y entró, como Berdíe, por la puerta trasera al Partido. Que todos oíamos las broncas que tenía con su nuevo amigo sobre la contribución al piso, que salía a veces con ojeras y signos de que había habido más que palabras y que ella siguiera a esos socialistas nuevos; que a mí me va bien el socialismo antiguo. Que el matrimonio no me lo toquen, que tuve suerte con mi Pilara que me escucha mis discursos con admiración y cariño. Ah, eso sí, luego me dice: muy bien, José Luis, ahora que estás levantado, ¿por qué no vas a comprar el pan? Pero esas son salidas de mujeres. Al final llegamos a la Plaza del Pilar. Puse emocionado mis flores, pasé por la Basílica, vimos todos a la Virgencita; nos tomamos nuestro chocolate con churros y eso ya no nos lo quita nadie. ¡Que viva la Virgen del Pilar! José Luis de Botorrita
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