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Su camino llevaba arriba, y, al final, a la caza le dio alcance. Nosotros también podremos.

Su camino llevaba arriba, y, al final, a la caza le dio alcance. Nosotros también podremos.

Objetivo de toda familia cristiana... reunirnos todos al final en el cielo.

 

Traigo este testimonio de Josefa porque su lectura nos hará mucho bien y nos llenará de esperanza para hacer lo mismo en esta época.

Podemos ser la continuidad de un modo de vida que vale la pena.

Mujer castellana ejemplar

Se llamaba María Antonia y era de Rollán (Salamanca). Campesina alegre y sencilla, esta mujer del pueblo escribía y recitaba poesías. Dulce como los poetas, tenía alma de apóstol. Con su esposo, Agustín, compartía las tareas agrícolas para sacar adelante a sus ocho hijos; su interés por educarlos cristianamente, disolvía los obstáculos de las labores agropecuarias, como se derrite la nieve con los rayos del Sol. Con juegos y cantares, aquellos muchachos revoltosos aprendían de su madre el catecismo, mientras recogían todos las gavillas se divertían dando vueltas en la parva con el trillo u ordeñando las vacas. Con pedagogía alegre, les enseñaba la madre poetisa. Ante este ejemplo, ¿habrá padres que puedan decir que no saben cómo hablar de Dios a sus hijos? Me recordaba, María Antonia, a las madres santas de la Historia (Mónica de Tagaste, madre de San Agustín; Juana de Haza, castellana y madre de Santo Domingo de Guzmán...), que se santificaron en el amor a su marido y en la educación esmerada de sus retoños, que a ella le salieron alegres y entrañables. En su entierro ( 23 de junio, festividad del Corazón de Jesús, su devoción predilecta junto a la Eucaristía y a la Virgen de Fátima) me embargó una profunda emoción; no tanto, aunque también, por decir adiós a una amiga y madre de amigos, cuanto por tener la
impresión de que asistía a la despedida de una santa (más que encomendar su alma a Dios, se me ocurrió encomendarme yo a ella). El funeral fue impactante. La razón me la dio una señora del pueblo: “teníamos que venir: era una gran mujer y una gran familia”. La conducción de féretro se convirtió en festiva procesión: se cantaba por el camino ( con himnos de alegría, comenzó también su funeral).

Con cinco hijos consagrados, ¿no evoca esta familia a la de Santa Teresita? Juani (+) fue su primer fruto de santidad. Los santos son muy distintos y sus formas de santificación, diferentes; pero se parecen en que acogen y abrazan la voluntad de Dios. María Antonia se distinguió por la formación cristiana que supo dar a sus hijos (catecismo, visita al Sagrario y a lo enfermos ), en lo que participó, acaso sin saberlo, Agustín, gran admirador de su esposa. Cuando los padres se apoyan y admiran, ¿ no es verdad que sus consejos y enseñazas se revisten de mayor autoridad?

Josefa Romo

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